
Cine en vacaciones de invierno: tres películas para pensar la escuela
En el contexto educativo actual, en el que los diagnósticos se multiplican, los logros se miden con rigidez y la estandarización sigue marcando el ritmo, es urgente detenerse a observar cómo educamos, qué priorizamos y qué dejamos fuera. Durante años se ha impulsado la competencia, los logros verticalizados y los resultados ideales como el único medio de validación y desarrollo personal. Apenas se reconoce, de vez en cuando, el entorno familiar o el acompañamiento de la comunidad educativa. Sin embargo, la escuela es mucho más que eso.
Desde mi experiencia, y la de muchos docentes, es evidente que todos los estudiantes tienen necesidades: socioemocionales, psicosociales, económicas, nutricionales o asociadas a la neurodivergencia. Y esas necesidades son parte del aula. Por eso, hablar de inclusión requiere algo más que leyes o decretos: exige humanidad, exige volver a mirar a los estudiantes desde la empatía, el altruismo, el colaborativismo. Requiere educar desde los valores.
Y es aquí donde la cinematografía se vuelve un recurso pedagógico poderoso. Una buena película no solo entretiene: también enseña, conecta, emociona y transforma. En tiempos de vacaciones de invierno, cuando hay espacio para detenernos, conversar y reflexionar, propongo tres animaciones que invitan a pensar en la convivencia, la integración y el valor del otro.
La primera es Flow (2024), una fábula sin diálogos protagonizada por cinco animales muy distintos entre sí: un gato, un perro, una ave secretaria, un capibara y un lémur. En un ambiente adverso, sin lenguaje ni herramientas comunes, logran sobrevivir juntos a un diluvio universal gracias al trabajo en equipo, la colaboración y la renuncia a los instintos individualistas. En lugar de competir, cooperan. En lugar de dominar, conviven. La barcaza en la que viajan es una poderosa metáfora del aula: un espacio compartido entre seres muy
distintos que, si se lo permiten, pueden sostenerse mutuamente.
La segunda es: Cómo entrenar a tu dragón (2010), la historia de un adolescente vikingo que, en vez de aniquilar a un dragón herido, decide curarlo. A través del cuidado, la paciencia y la empatía, se genera un vínculo transformador que no solo cambia su propia mirada, sino la de toda la aldea. A lo largo de la saga, el protagonista sufre una lesión que lo obliga a caminar con muletas, integrando en la narración un nuevo aprendizaje: la inclusión también pasa por aceptar nuestras nuevas realidades y entender que no hay “normalidad” sin diversidad.
La tercera es: Intensamente (2015), que retrata los cambios emocionales, psicológicos y biológicos de la protagonista en su paso por la adolescencia. En el contexto escolar, esta película es un recordatorio de que no podemos educar sin considerar el mundo interior de nuestros estudiantes: sus miedos, su alegría, su enojo o su tristeza. Cada emoción tiene una función y un valor. Y cada una debe ser validada. Porque una educación integral no es solo la que entrega contenidos, sino la que también contiene.
Volviendo al aula, el currículum nacional no se ha direccionado a una enseñanza realmente flexible. A pesar de los avances en normativas, seguimos educando bajo métodos estrictos de estandarización y evaluaciones que poco dicen del verdadero aprendizaje. Y, sin embargo, los docentes conocemos a nuestros estudiantes como nadie. Sabemos lo que viven, lo que sienten, lo que arrastran. Enseñamos con lo que hay. Y a veces, lo que hay, no entra en la pauta. Pero sí entra en la vida.
Por eso, necesitamos espacios, materiales y estrategias que nos permitan acompañar de verdad. Espacios de convivencia reales, sentidos disponibles, afectos presentes. La estandarización y la inclusión no pueden seguir corriendo en rieles paralelos. Tienen que encontrarse. Tienen que conversar. Y para eso, no hay mejor punto de partida que volver a mirar con otros ojos.
Una película puede ser el comienzo. Ver juntos, conversar juntos, emocionarse juntos. Y luego volver al aula, a la sala, al patio, al comedor, al taller. Volver sabiendo que incluir no es integrar a quienes tienen “necesidades especiales“: es reconocer que todos tenemos necesidades distintas. Y que desde ahí, se puede educar mejor. Se puede educar con sentido.
Estas vacaciones de invierno son una oportunidad para mirar, pensar y sentir. Tres películas. Muchos aprendizajes. Y un mismo horizonte: construir una escuela más humana.
En ese camino, también necesitamos espacios que hagan posible esta experiencia. El Auditorium y Sala de Cine de KDOCE ha sido pensado precisamente para eso: ofrecer un entorno pedagógico diseñado para el diálogo, la proyección de contenidos audiovisuales, las actividades emocionales y los encuentros comunitarios.

Dotado de tecnología de primer nivel, mobiliario ergonómico y acondicionamiento acústico, este espacio permite llevar el cine al corazón de la escuela. No solo como una pausa, sino como una metodología: ver juntos, conversar juntos y educar desde lo humano.
En ese camino, también necesitamos espacios que hagan posible esta experiencia. El Auditorium y Sala de Cine de KDOCE ha sido pensado precisamente para eso: ofrecer un entorno pedagógico diseñado para el diálogo, la proyección de contenidos audiovisuales, las actividades emocionales y los encuentros comunitarios.
Dotado de tecnología de primer nivel, mobiliario ergonómico y acondicionamiento acústico, este espacio permite llevar el cine al corazón de la escuela. No solo como una pausa, sino como una metodología: ver juntos, conversar juntos y educar desde lo humano.
A su vez, la integración de tecnologías como la Pantalla Interactiva ClassTouch en salas de clase o espacios comunes permite extender esta experiencia más allá del auditorium. Con acceso a recursos audiovisuales, herramientas pedagógicas y funciones táctiles colaborativas, ClassTouch convierte cada aula en un entorno vivo para el aprendizaje activo, emocional y significativo.

Porque educar con sentido requiere algo más que contenidos: necesita herramientas, ambientes y lenguajes que conecten con la realidad de nuestros estudiantes. Y en esa conexión, ver y sentir juntos es siempre un buen comienzo.