
Tecnología y seguridad escolar: el aula y su entorno como espacio protegido
La escuela contemporánea enfrenta una tensión urgente: integrar tecnología como herramienta pedagógica sin descuidar la seguridad de sus comunidades educativas. En medio de un proceso de transformación digital acelerado, la educación chilena, al igual que la de muchos países, vive una paradoja: mientras la tecnología abre posibilidades inéditas de aprendizaje, también aumenta los riesgos relacionados con la convivencia, la exposición a contenidos inadecuados y la vulnerabilidad de los espacios escolares. Este fenómeno no solo se expresa en la sala de clases, sino que se expande al entorno digital y físico de los colegios, afectando la experiencia educativa y el bienestar de toda la comunidad.

La incorporación de celulares, plataformas digitales y conectividad permanente ha potenciado nuevas formas de enseñanza y colaboración. Sin embargo, también ha generado una serie de efectos colaterales: distracción, pérdida de privacidad, conflictos entre pares y en muchos casos, exposición a contenidos dañinos o situaciones de acoso. Lejos de ser un problema aislado, estos escenarios son cada vez más frecuentes y complejos. El desafío ya no está en decidir si la tecnología debe estar presente en la escuela, sino en cómo gestionarla, regularla y acompañarla desde una lógica institucional coherente y protectora.
Un escenario nacional que requiere respuestas urgentes
Los datos nacionales revelan un panorama alarmante. De acuerdo con la Superintendencia de Educación, en 2023 se registraron 4.679 denuncias por maltrato escolar, y de ellas 842 correspondieron a casos de ciberacoso, representando un 18 % del total. A su vez, la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) dio a conocer que entre 2023 y 2024 hubo un aumento del 74 % en los incidentes de violencia escolar, acumulando 4.418 eventos, incluidos 266 casos de agresión hacia docentes. Esta escalada de violencia física y digital plantea un desafío estructural para la educación chilena, que requiere acción articulada desde múltiples frentes.

Pero el problema no se limita al interior de los colegios. El entorno inmediato también ha sido escenario de hechos graves. En mayo de 2025, una balacera ocurrida en las afueras de un establecimiento en Concepción, dejó tres estudiantes heridos y obligó a suspender clases por razones de seguridad. Este hecho detonó una respuesta gubernamental que incluyó el despliegue de patrullajes preventivos en 44 comunas. Simultáneamente, se han denunciado robos, microtráfico, comercio informal y amenazas externas en los accesos a diversos colegios del país. Todo esto revela una fragilidad territorial que condiciona el quehacer educativo cotidiano.

Perspectiva internacional: una problemática global
Este fenómeno no es exclusivo de Chile. En Estados Unidos, el Center for Internet Security (CIS) alertó que el 82 % de las escuelas públicas de primer y segundo ciclos educativos, sufrieron ciberataques en los últimos 18 meses, acumulando más de 14.000 incidentes, con consecuencias que incluyeron filtración de datos, interrupción de clases y extorsión digital. En Reino Unido, el informe 2024 de Cyber Security Breaches Survey reveló que el 71 % de las escuelas secundarias y el 52 % de las primarias enfrentaron incidentes de seguridad informática, especialmente por ciberdelincuencia y acceso no autorizado a información estudiantil.
Francia y China, por su parte, han optado por políticas más radicales, como la prohibición total del uso de celulares en el aula. Mientras tanto, otros países como Finlandia, Canadá o Australia han preferido un enfoque de regulación pedagógica, integrando la educación digital como parte del currículo obligatorio. En paralelo, medios como WIRED han denunciado que distritos escolares en EE. UU. han contratado asesores legales para ocultar la existencia de ciberataques, evitando notificar a las familias e impidiendo una gestión transparente de los riesgos.
Tecnología sin alfabetización: una brecha silenciosa
La aceleración tecnológica no ha ido acompañada, en muchos casos, por una alfabetización digital proporcional. Esto ha generado brechas en el conocimiento, la prevención y el acompañamiento de los estudiantes frente al uso de redes sociales, dispositivos móviles y entornos virtuales. En Chile, el estudio La generación APP evidenció que un 33,6 % de los estudiantes pasa más de seis horas diarias en el celular, lo que aumenta la probabilidad de exposición a prácticas de riesgo como sexting, grooming, consumo de contenido violento o conductas adictivas.

La UNESCO ha sido enfática en señalar que la alfabetización digital no es solo una habilidad técnica, sino una competencia ciudadana esencial. Involucra la comprensión del consentimiento digital, el uso ético de la información, la privacidad en línea y la capacidad de autorregular el comportamiento en entornos digitales. La ausencia de estas herramientas formativas no solo expone a los estudiantes, sino que debilita la capacidad de los colegios para anticiparse a crisis que escalan rápidamente.
Instituciones vulnerables: el peso de la falta de protocolos
Muchos establecimientos educacionales aún no cuentan con normativas claras ni canales de denuncia efectivos. La falta de protocolos para el uso de celulares, la inexistencia de redes Wi-Fi seguras o la utilización de canales informales como WhatsApp para la comunicación institucional son señales de una estructura débil. A ello se suma la escasa capacitación de los equipos docentes y la sobrecarga administrativa, que muchas veces impide actuar con la rapidez que las emergencias requieren.

Implementar protocolos y simulacros robustos, con respaldo normativo y orientación práctica, no es un lujo, sino una necesidad. Es imperativo contar con reglamentos de uso tecnológico, plataformas seguras de comunicación, capacitación en prevención del ciberacoso y herramientas de control de acceso a redes y dispositivos. La seguridad debe ser entendida como una dimensión del derecho a la educación, no como un recurso secundario.
Connect de KDOCE: tecnología para proteger comunidades escolares
Frente a este escenario complejo, KDOCE propone una solución concreta, efectiva y adaptada a la realidad chilena: Connect, el sistema de comunicación institucional diseñado específicamente para establecimientos educacionales. Esta herramienta permite a colegios, liceos y escuelas establecer canales formales, seguros y trazables para todas sus comunicaciones internas. Con Connect, los equipos directivos pueden emitir alertas inmediatas en situaciones de emergencia como sismo, incendio, alerta interna y externa al establecimiento, enviar notificaciones segmentadas por salas y niveles, mensajería directa a directivos, docentes o funcionarios, y contar con un registro en tiempo real que permite verificar el alcance real de la situación en curso.
A diferencia de plataformas genéricas, Connect está concebida para fortalecer la estructura institucional educativa, evitar la dependencia de redes informales y brindar un entorno digital protegido, alineado con las normativas del sistema educativo. Su interfaz clara, su interoperabilidad con dispositivos tecnológicos clave y su enfoque centrado en la seguridad hacen de Connect una herramienta potente e indispensable para enfrentar los desafíos actuales de seguridad y prevención escolar. Porque en tiempos de crisis, la capacidad de comunicar bien, rápido y con claridad puede marcar la diferencia entre el caos y la confusión.
En KDOCE sabemos que una escuela conectada también debe ser una escuela protegida. Por eso, Connect no es solo una solución tecnológica: es una herramienta de cuidado, orden y resguardo para toda la comunidad educativa.