1-¿Se puede hacer que un niño sea más inteligente?
La inteligencia es una de las funciones superiores de la personalidad de la que depende la capacidad de organización y adaptación al mundo real.
Cuando hablamos de “Inteligencia Infantil” nos referimos, sin embargo, a una inteligencia en vías de desarrollo, por lo que podríamos definirla mejor como la capacidad o posibilidad de adquisición de conocimientos así como su asimilación y aprovechamiento.
Por ello, la inteligencia infantil no se concibe solamente como una facultad con la que se nace, sino más bien como una aptitud para adaptarse al medio ambiente, tanto teórico (cultural, verbal, etc.) como práctico (situaciones y problemas concretos).
La inteligencia se irá desarrollando a medida que el niño crece y. Si bien, hay que decir que esa medida es más inestable cuanto más pequeño es el niño debido a los múltiples cambios que experimentan en la infancia. Cuando medimos el CI (Cociente de Inteligencia), lo que hacemos es poner en relación la edad mental y la edad física de tal manera que esperamos que ambas mediciones coincidan. No obstante, en algunos casos, podemos encontrar que la edad mental es mayor que la edad física. En estos casos afirmamos que la inteligencia es superior a la normal, siendo en caso contrario, inferior.
Muchos son los factores que pueden influir en el niño respecto a su nivel de inteligencia, como por ejemplo, la escolaridad, el nivel sociocultural de la familia y la implicación de esta en las necesidades afectivas y de juego de su hijo.
Se ha debatido mucho si la inteligencia tiene un alto componente genético. La mayoría de los estudios avalan la hipótesis de que la inteligencia depende de las características del niño (incluida su genética) pero también de las oportunidades que le brinda su entorno inmediato. Una buena genética, por sí sola, no es suficiente.
Si queremos ayudar al niño a forjar su inteligencia debemos pretender que sea capaz de desarrollar al máximo su propio potencial pero sin exigirle o esperar resultados “record”. Si nos pasamos en esa exigencia crearemos un efecto contrario al deseado. Igualmente deberemos ser capaces de proporcionarle los diferentes medios de que disponemos teniendo en cuenta su edad. Démosle nuestro apoyo, comprensión y, sobre todo, nuestro ejemplo. Enseñémosle a razonar y a solucionar sus problemas escuchando y respetando su punto de vista y, sobre todo hagámoslo mediante mucho juego y creando unos lazos afectivos seguros y estables. Estas son las mejores condiciones para que el niño desarrolle una buena inteligencia no tan solo académica sino emocional.
En resumen, es posible mediante una estimulación cognitiva adecuada, favorecer el desarrollo intelectual del niño y ayudar a aquellos que presentan dificultades específicas.
2- Qué es la estimulación cognitiva.
La estimulación cognitiva podríamos definirla como aquel conjunto de actividades que tienen como objetivo fundamental el mejorar el rendimiento y la eficacia de las distintas capacidades mentales (aprendizaje, razonamiento, atención, memoria, resolución de problemas, toma de decisiones, procesamiento del lenguaje, etc.). Esto se consigue entrenando dichas capacidades y las componentes que la integran, de forma adecuada y sistemática, para transformarlas en una habilidad, un hábito y/o una destreza.
Evidentemente estas actividades variarán dependiendo de la edad y, también, en función de las circunstancias y necesidades de cada persona. En todo caso ya podemos establecer ejercicios y actividades de estimulación en niños de muy corta edad que faciliten la aparición de los procesos evolutivos naturales como puede ser el habla.
Estimular a los niños no tiene por qué ser complicado. Cuando jugamos con ellos o les leemos un cuento ya estamos de alguna manera propiciando una cierta estimulación cognitiva. No obstante, en un sentido más formal, hablamos de estimulación cognitiva cuando llevamos a cabo una serie de intervenciones planificadas y sistematizadas para conseguir unos objetivos concretos.
Podemos aplicarla en niños normalizados para hacer más eficiente los diferentes aprendizajes y también resulta especialmente útil para aquellos otros en los que precisamos aplicar un plan de intervención específico para contrarrestar posibles déficits, deterioros, retrasos o discapacidad.
3- Medios que podemos utilizar.
Los padres deben tener un papel importante en la estimulación cognitiva de los niños llevando a cabo tareas que faciliten la consecución y/o mejora de los diferentes hitos intelectuales. Hay que tener en cuenta que la estimulación comprende primero activar los diferentes sentidos o canales por los que entra la información (vista, oído, tacto, gusto, olor, etc.).
Para ello podemos utilizar gran cantidad de material que tenemos a nuestro alcance y que no supone ningún coste significativo.
Este material abarca desde elementos y objetos de la vida cotidiana a juegos, juguetes, cuadernos de actividades, cuentos, libros pero, también material más especializado como puedan ser juegos o actividades psicoeducativos, programas especializados de estimulación, softwares educativos, actividades en soportes informáticos (ordenadores, tablets, etc.).
Para los más pequeños hay juguetes que presentan diferentes movimientos o sonidos que pueden ayudar a centrar el interés y la observación del niño de su entorno. La música es, sin duda, otro de los elementos importantes con los que podemos estimular.
Otros objetos de la vida cotidiana como cajas de material blando que pueden esconderse una dentro de otra, vasos de plástico, trozos de tela o ropa suave, cucharas de madera para golpear algún objeto metálico y producir sonidos podrían utilizarse como juego de los más pequeños siempre bajo observación del adulto.
Por tanto, tenemos mucho material para poder estimular a nuestros niños. Ahora nos harán falta los conocimientos, el tiempo y los métodos y estrategias idóneas para cada edad.